lunes, 20 de febrero de 2017

CONTEXTO POLÍTICO Por Efraín Flores Iglesias Astudillo y el difícil reto de gobernar Guerrero

EFRAIN FLORES IGLESIAS
Gobernar un estado con rezagos ancestrales y que ha sido utilizado como laboratorio de la guerrilla, no cualquiera lo hace. De hecho, no todos han concluido sus periodos. Rubén Figueroa Alcocer y Ángel Heladio Aguirre Rivero, por ejemplo, tuvieron que irse antes de tiempo. Las circunstancias del momento los obligaron a solicitar licencia.

En su obra “El Príncipe”, Nicolás Maquiavelo sugiere a Lorenzo de Médici, mandamás de Florencia, Italia, “tener la fuerza de un león y la astucia de un zorro”.

En efecto, un gobernante debe ser fuerte e inteligente para resolver los problemas que ocurren en su territorio y no permitir que sus enemigos lo tumben del poder. Trampas siempre le van a poner al que gobierna un pueblo, pero también debe quedar claro que algunos gobernantes han caído por su irresponsabilidad de delegar el poder a sus familiares o cercanos colaboradores.

En la película mexicana “El Infierno” (Luis Estrada/2010), el actor Mario Almada (qepd) en su papel de “El Texano” le dice a “El Cochiloco” (Joaquín Cosío): “Mire mi querido Cochi, le voy a dar un consejo, confiar es bueno, pero no confiar es mejor".

Y así debe ser. Un gobernante no debe de confiar demasiado en sus colaboradores. Ya le pasó a Rubén Figueroa Alcocer en 1995, quien después de la matanza de 17 de campesinos en el vado de Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, todavía metió las manos al fuego por su gabinete de Seguridad, en lugar de destituirlos inmediatamente. Al final, se tuvo que ir él.

Solamente gobernó tres años. Quiso seguir al frente del poder, pero desde Los Pinos le ordenaron que se tendría que ir y que mejor eligiera a su sucesor. Y así lo hizo. Eligió al entonces dirigente estatal del PRI, Ángel Heladio Aguirre Rivero.

Diecinueve años después, el 26 de septiembre de 2014 otra tragedia ocurría en Guerrero: seis muertos, 25 heridos y 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.

Los hechos se registraron en la ciudad de Iguala. Los responsables del ataque armado fueron policías municipales de Iguala y Cocula, quienes entregaron a los 43 normalistas a sicarios del grupo delictivo “Guerreros Unidos”.
El gobernador en ese entonces era Ángel Heladio Aguirre (pero ahora por el PRD), quien un mes después –23 de octubre– y presionado por las protestas de organizaciones sociales, partidos políticos y organismos de derechos humanos tuvo que dimitir en el cargo.

El gran error del político ometepequense fue delegar el poder a un familiar, ya que prefirió las fiestas y el derroche de recursos públicos, a tal grado de que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) le detectó un boquete financiero en su periodo como gobernador.

Claro, no es el único. Su sucesor (Rogelio Ortega Martínez) también ha sido evidenciado de haber incurrido en irregularidades y de heredar un déficit financiero a la actual administración estatal.

El PRI supo capitalizar los errores de Aguirre y Ortega, y en 2015 regresó al poder con Héctor Astudillo Flores.

Astudillo tenía claro que la situación de la entidad era complicada, sobre todo, en materia de seguridad pública.

Cuando asumió la gubernatura se encontró que las finanzas estaban quebradas. No había dinero para pagar el bono sexenal y aguinaldos a los trabajadores del gobierno estatal. Todo se lo llevaron los gobiernos perredistas.
Los órganos fiscalizadores siguen haciendo su labor para detectar las irregularidades necesarias para proceder legalmente.

Contrario a las administraciones de Aguirre y Ortega, con Astudillo regresó la gobernabilidad en la entidad y las protestas vandálicas protagonizadas por organizaciones sociales se apagaron.

Desde luego que hay pendientes en algunos rubros, como es el caso de la seguridad pública. No es sencillo que la tranquilidad regrese totalmente en la entidad, ya que en los últimos 11 años han surgido varios grupos del crimen organizado –no cárteles– que se disputan a sangre y fuego el control para el trasiego de enervantes. Y el problema no es privativo de Guerrero. Ocurre en varias entidades de la República.

Se requiere el gran apoyo de la Federación para que Guerrero sea más seguro, y qué bueno que la administración estatal ha puesto su parte para colaborar en ese aspecto.

Son entendibles las críticas hacia su administración. Y todo se debe al proceso electoral que se avecina, ya que el PRD le interesa recuperar terreno para afianzarse en 2021.
También es necesario precisar que no todos los secretarios de despacho, subsecretarios y directores generales han dado los resultados deseados. Algunos se la pasan generando conflictos con los trabajadores de las dependencias que encabezan.

El mandatario estatal está en todo su derecho de cesar a aquellos colaboradores que no den el ancho, sin importar que pertenezcan a equis o ye grupo político. El que manda es él.

Es necesario destacar que Astudillo ha realizado importantes obras en la entidad y ha sido un buen gestor ante el gobierno federal para traer más apoyos para el estado de Guerrero. Y eso se ve en los recorridos que ha realizado en las regiones, en donde la gente le agradece los apoyos sociales y proyectos productivos recibidos.

Afortunadamente cuenta con el gran apoyo de su esposa Mercedes Calvo de Astudillo, su gran aliada y que es apreciada por miles de guerrerenses por su labor altruista.

Ojalá el gobernador mantenga ese ritmo de trabajo y esa virtud de escuchar a sus gobernados, porque eso es lo que hace fuerte a un gobernante.

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