lunes, 20 de julio de 2015

MIRADA INTERIOR ¿División en la república: el ejército y el gobierno civil? Por: Isaías Alanís

Históricamente las fuerzas armadas sólo han aparecido en momentos violentos y vertiginosos del país. Las invasiones, la instauración de la republica, la revolución y su golpe de estado, la guerra contra los Yaquis, el movimiento de 1968, la guerra fría en el estado de Guerrero y esporádicamente en otras acciones contra la población civil. Y en casos de desastre, el ejército y la marina han sido las instituciones que se han destacado en el auxilio a la población civil.
A partir de la guerra de Calderón a los carteles de la droga el ejecito salió a las calles contraviniendo su misión histórica y el marco jurídico de México.

Actualmente, las fuerzas castrenses, tal parece que han recibido un golpe de los gobiernos civiles. Capturan a los reos de alta peligrosidad y la justicia civil los deja libres o les abre las puertas, como es el caso del famosísimo Chapo Guzmán en Puente Grande y ahora en el ex penal de máxima seguridad del Altiplano, conocido coloquialmente como Almoloya.
En esas dunas legaloides y la orden dada al ejercito por el ex presidente Felipe Calderón que tiene un aire marcial y una proclividad al uniforme verde olivo, para abandonar sus cuarteles y dedicarse a combatir a la delincuencia, se han cometido excesos que hoy tienen enfrentado al ejercito con los gobiernos civiles.
El malestar castrense es por la sencilla razón de que cuando cometen actos inusuales y aniquilan delincuentes o supuestos malandrines como en Tlatlaya, les echan la culpa y los medios se desgranan en comentarios contrarios a la participación de los soldados en el combate a la delincuencia organizada.
Sin embargo, cuando el ejército no actúa o se hace de la vista gorda por indicaciones superiores, como se supone que aconteció en Iguala, el gobierno civil le atiza a la hoguera y el ejército se convierte en el blanco de los medios.
Dos casos han enfangado la relación institucional entre el gobierno de la republica y la fuerzas castrenses; Iguala y Tlatlaya.
Esta situación da la sensación de que por el momento y hasta que no se lleven acabo reformas internas en la cuales el ejercito regrese a sus cuarteles y la policía civil se haga cargo del combate a las drogas, la tensión irá en aumento con el peligro de desembocar en una mini guerra civil, que de hecho ya existe en Michoacán, Tamaulipas, Chihuahua, Guerrero y Chiapas.

Y los recientes acontecimientos en Michoacán: “El Grupo de Coordinación Michoacán confirmó esta noche el ataque a civiles en la comunidad de Ixtapilla, del municipio de Aquila, Michoacán, con saldo de un menor de edad muerto y cuatro heridos, entre ellos una niña de seis años. En redes sociales se denunció que elementos del Ejército agredieron a la población, sin embargo, las autoridades michoacanas no hicieron referencia de la participación de los militares en el enfrentamiento.
En un comunicado, el Grupo de Coordinación Michoacán aseguró que se investigarán a fondo los hechos y se deslindarán responsabilidades. Señaló que en el ataque registrado este domingo resultaron heridas cuatro personas: de 63, 17, 32 y seis años de edad. También da cuenta del fallecimiento de un menor que tenía 12 años de edad…”(SIN EMBARGO/20/julio/15).
Este hecho ha tenido un impresionante desplegado en redes sociales. ¿Realmente el ejército disparó contra los civiles, o es una patraña mediática que tiene como objetivo distraer a la población de la fuga del Chapo, y es un ejemplo del distanciamiento peligroso entre el gobierno civil y las fuerzas castrenses?

Los militares se quejan de que los civiles dejan salir a los reos que ellos detienen, aunque sea ilegalmente según la constitución, pues actúan como ministerios públicos. La corrupción en las policías civiles es estrambótica y probada. Los mismos policías de los tres niveles de gobierno, en algunos estados están al servicio de la delincuencia o actúan desde dentro utilizando la infraestructura policial para cometer delitos, incluyendo al que se supone súper blindado C4. Porque en la fuga del Chapo, los protocolos de seguridad del mismo penal y del CISEN y Policía Federal, se echaron a caminar cuando el fugado ya iba en las nubes volando muy alto, o cuando se planeo la extracción del más famoso de los delincuentes antes de que existiera el túnel que sólo pudo haber sido un elemento distractor y en realidad Joaquín Guzmán Loera, salió por la puerta o disfrazado de culichi.

Dramáticamente, esta lucha de espejos entre las fuerzas castrenses y el gobierno civil no auguran nada bueno para el país. La dicotomía es grave. La lucha por la presidencia por el 2018, ya tiene a un damnificado nacional, Miguel Ángel Osorio Chong. El huracán Chapo categoría cinco inundó su barca y lo fondeo en el lodazal de un túnel misterioso que lo ha condenado, tal vez a renunciar al cargo, pero lo más probable es a la expiración política para el 2018. Y como es bien claro quiénes le ha puesto las piedras en el camino y atizado la hoguera mediática, se comenzará a librar otra batalla campal donde el ejercito y las policías no tienen injerencia, mientras el gobierno se hace bolas con la fuga del Chapo Guzmán, la guerra en los entresijos palaciegos y la alcoba imperial, apenas comienzan. La recaptura del Chapo, es un leiv motiv de gran trascendencia para la supervivencia de EPN y para que Osorio Chong se mantenga en la línea sucesoria.

De reojo
Otra vez la violencia estalla en las calles de Chilpancingo. ¿Hasta cuando va seguir esta espiral que convulsiona a la población y pone sobre un delgado hilo de araña la gobernabilidad en Guerrero?