jueves, 29 de enero de 2015

LA PEQUEÑA MUJER BALA. PARA LAS QUE NUNCA SOÑARON SER PRINCESAS.


 Zazel, la mujer bala. Fue la primera persona propulsada por un cañón en un circo.
No todas las niñas sueñan con ser princesas. Ser princesa es un rollo. Te molesta hasta un guisante debajo del colchón. Yo, de niña, quería cazar dragones, y escalar las cumbres heladas, y viajar al centro de la Tierra que proponía Verne, por ríos subterráneos repletos de seres que nunca vieron la luz. En mis recreos, jugaba con otras niñas y niños a regatearnos en la carrera, a subirnos a los árboles prohibidos para robar manzanas, y a saltar de barandilla en barandilla en el camino a casa. De niña, también soñé con trabajar en el circo, domar elefantes, pasar por un aro de fuego y, claro, ser una mujer bala, propulsada al espacio por un cañón, volar, como la chica de la foto.
Rosa Richter tenía 16 años y trabajaba para un extravagante canadiense, William Leonard Hunt, alias El Gran Farini, el hombre que caminó sobre una cuerda cruzando el Niágara. Vivían en la época Victoriana, cuando el Circo era un enorme espectáculo, sin límites, que atraía a las masas para observar maravillas a medias entre el horror y la fábula.
El 2 de abril de 1877, los que acudieron al Royal London Aquarium vieron, por primer vez en la historia, un cuerpo humano proyectado por el disparo de un cañón, y quien salió por los aires fue Rosa, cuyo nombre artístico brilló en los periódicos de la época: Zazel.
Zazel, aquella tarde, se introdujo en las profundidades de un tubo cilíndrico de metal y, después de una gran explosión, fue propulsada unos 20 metros por encima de las cabezas de los atónitos espectadores. Tras el estruendo y la nube de humo, Rosa “Zazel” Richter debutó como la primera MUJER BALA de la historia.
Zazel ya trabajaba en el circo como equilibrista y acróbata. Y era conocida por su fuerza y belleza. Escribieron de ella que “su perfecta figura obligaba a mirarla una y otra vez”.
El mecanismo del cañón que la propulsó lo inventó y patentó El Gran Farini, y tenía parte de truco, efectos especiales que fingían la ilusión de un cañón. La explosión y el humo eran solo espectáculo, el lanzamiento lo producía un engranaje de muelles y cuerdas en tensión, como un gigantesco tirachinas.
El espectáculo de la Mujer Bala era el más peligroso de todos los números aéreos de aquellos circos. No había manera de controlar la trayectoria del cuerpo, así que era casi cuestión de fe confiar en que Zazel caería sobre la malla que habría de recogerla. Realizó aquel espectáculo en numerosas ocasiones, hasta que la suerte la abandonó. Hubo un error en el cálculo, y cayó fuera de la red. Se rompió la espalda, se retiró, y su gran número empezaron a realizarlo forzudos hombres en bañador. Después, la historia olvidó a Zazel, que nunca quiso ser una princesa.