domingo, 28 de abril de 2013

Entresemana PRI-Gobierno Moisés Sánchez Limón

Moisés Sánchez Limón

Patética y aleccionadora la infidencia de Felipe Calderón respecto del papel jugado por el abogado litigante Fernando Gómez Mont-Urueta, cuando se desempeñó como secretario de Gobernación de su gabinete.
Evidencia, sin duda, de la ausencia de un esquema de gobierno básico y de estructura profesional entre sus integrantes. O, para ser más, claro, confirma cómo Calderón Hinojosa gobernó con un grupo de amigos inexpertos, faltos incluso de compromiso con un proyecto a futuro, quizá porque nunca lo construyeron como en alguna ocasión se presumió con la posibilidad de que Juan Camilo Mouriño Terrazo fuera el delfín en la sucesión presidencial.
Muerto Juan Camilo, el proyecto se agotó en el intento de gobernar y reconstruir un entramado de poder que sólo devino en excesos y venganzas políticas, cuyas consecuencias se viven en este incremento de la inseguridad pública y la galopante corrupción que creó una nueva camada sexenal de millonarios panistas y los amigos de éstos, con la obligada reconstrucción del aparato gubernamental a cargo de los priistas que retornan al poder.
Sí, impresiona y mueve a compasión que el ex presidente admita públicamente la incapacidad que tuvo para gobernar y designar a sus colaboradores, más preocupante –el daño está hecho—que se haya elegido a un político de corta visión política que optó por rodearse de una corte de incondicionales, ayunos de voluntad propia y con más ambición de garantizar su futuro que de servir al país.
¿Por qué eligió a Gómez-Mont o de quién le llegó la recomendación para hacer secretario de Gobernación a un abogado litigante con quien tenía mala relación? Ese es otro factor que no debe perderse de vista en la complicada mecánica que lo distanció de la relación, necesaria y fundamental, con los partidos políticos en el Congreso de la Unión y en la vida política elemental.
Las reformas constitucionales y de leyes secundarias que pudieron haberse aterrizado en el periodo 2006-2012, impulsadas como indica el manual desde el arranque de la administración foxista, no prosperaron porque tanto Vicente como Felipe perdieron de vista el vínculo fundamental que debe existir entre los tres Poderes de la Unión.
Iniciativas enviadas al congelador, rechazo a que ambos acudieran a la Cámara de Diputados a comparecer –aunque Fox pasó la aduana de la ceremonia de toma de posesión--, ruptura en el interior de la propia bancada panista, los arrebatos de sus coordinadores en el Senado y en San Lázaro, las señales malentendidas de cómo negociar un dictamen, el ataque y descalificación de jueces, magistrados y ministros porque sus procuradores no procuraron justicia sino venganzas personales. En fin, dos sexenios en los que hubo chamba para los amigotes, los compadres, las comadres y toda esa fauna de oportunistas sexenales.
Y luego la opción de buscar la alianza con la izquierda para evitar el retorno del PRI a la Presidencia, pero de antemano minar la ruta del entonces gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, fue elemento que nadie creyó prosperaría para tener un presidente de izquierda o la perpetuidad de la derecha con concesiones a los enemigos del Revolucionario Institucional.
Puede ser, entonces, esa infidencia de Calderón respecto de Gómez-Mont una justificación de por qué no prosperó, por ejemplo, la reforma laboral. Lo evidente es que, el PAN navega en esos mares de la tempestad propia, inmerso en sus diferencias domésticas que complican a sus operadores y los coordinadores de bancada los acuerdos con el PRI, porque consideraron que, conforme con su recurrente invocación, el gobierno les firmaba un cheque en blanco para orientar a su modo las iniciativas de reformas constitucionales que el país requiere en este trayecto a nuevos estadios de globalización.
Sin embargo, en una primera evaluación y de acuerdo con lo referido por Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los diputados federales del PRI, el positivo el balance del trabajo legislativo en los dos periodos ordinarios del primer año de la LXII Legislatura federal.
“El Pacto por México ha dado rumbo a las reformas necesarias”, considera Manlio y, en efecto, ése ha sido el eje de esta nueva relación del PRI-Gobierno con los otros dos Poderes de la Unión y, en esencia, con la oposición partidista y legislativa.
Invocar factores coyunturales en materia electoral, como pretexto  para romper el Pacto, es mero protagonismo del Partido Acción Nacional que no supo en su momento impulsar lo que hoy critica y descalifica en el PRI-Gobierno que, guste o no, sabe cómo hacerlo.
Y la izquierda opta por abandonar la estridencia y los fundamentalismos. La elección intermedia está a la vuelta de la esquina; además, el resultado de los 14 procesos que se dirimen en las urnas en julio próximo, serán termómetro para el presidente Peña Nieto. Preguntarán: ¿Vamos bien o nos regresamos? Digo.

sanchezlimon@gmail.com