viernes, 22 de junio de 2012

Pancho Villa, El Chapo Guzmán y su hijo, Por Leo Zuckermann



El gobierno busca al Chapo, lo cual me recuerda la historia de cómo uno de los ejércitos más poderosos del mundo no pudo localizar a Villa.

Ayer la Marina Armada de México detuvo a Jesús Alfredo Guzmán Salazar, alias el Gordo, hijo del narcotraficante Joaquín el Chapo Guzmán Loera. Las autoridades argumentan que se trata de uno de los principales operadores del cártel de Sinaloa, que dirige su padre. Al parecer es el “encargado del manejo de los bienes” del Chapo. Guzmánhijo cuenta con una orden de aprehensión en Estados Unidos “por los delitos de tráfico de drogas”. Se dice, también, que, junto con su madre, “estaban tomando control creciente de las operaciones del cártel”.

Imposible darle una lectura electoral a este acontecimiento. Estamos a una semana de la elección presidencial. Todo indicaría que, a falta del Chapo, quien sigue bien escondido, pues el gobierno sí pudo encontrar a su vástago. ¿Servirá esta detención para subir las intenciones de voto a favor del PAN? Ya lo veremos en las últimas encuestas que se presentarán el miércoles que entra.

Por lo pronto, lo cierto es que el Chapo sigue, al parecer, muy bien escondido. Es lógico. Él sabe que ahora, más que nunca, el gobierno lo anda buscando. Lo cual me recuerda la historia de cómo uno de los ejércitos más poderosos del mundo no pudo localizar a un individuo que se hacía llamar Francisco Villa.

La historia de la persecución fallida de Villa comienza el 10 de enero de 1916 cuando su ejército mata a 15 ingenieros estadounidenses. El gobierno carrancista, presionado por Estados Unidos, declara a los villistas como un grupo fuera de la ley. Perseguido, dolido y con ánimo de venganza, Villa ataca Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo. Hay saqueos, violaciones, incendios y muertos, militares y civiles, de ambos bandos. Concluida la incursión, Villa, primer ofensor de suelo continental estadounidense, regresa a territorio nacional. El gobierno de Washington decide perseguirlo en México. Tropas de aquel país, al mando del general John Pershing, entran con tal propósito a territorio nacional.

En abril de 1916, el general revolucionario desaparece y se esconde en la sierra de Chihuahua. Sus tropas se dispersan; muchos lo dan por muerto. El Centauro del Norte, herido de bala en una pierna, permanece escondido en una gruta. En ocasiones divisa las columnas carrancistas y estadunidenses que lo persiguen. Junto con dos guardias comienza a moverse por la sierra ayudado por la población local. Poco a poco logra reagrupar a sus fuerzas y, en un acto temerario, toma la capital de Chihuahua el 15 de septiembre, la cual evacua al día siguiente. Sus tropas se van acrecentando y continúa ganando batallas. Para diciembre, el mismo general Pershing se siente amenazado en Dublán. Sin embargo, los estadunidenses, presionados por la Primera Guerra Mundial, deciden abandonar la persecución de Villa y regresan a su país. La Expedición Punitiva fracasa.

Los estadunidenses no escatimaron recursos para encontrar a Villa. Fue “una de las cacerías más costosas concertadas jamás para buscar a un solo hombre”, relata Enrique Krauze. Trajeron las mejores tecnologías de la época: innovadores automóviles y artillería pesada. Asimismo, el mando de la misión estaba a cargo de uno de los generales de mayor prestigio del ejército de ese país. John Pershing era, nada menos, el general que había logrado la apertura de los japoneses a Occidente. Y, no obstante el fiasco en México, después fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas estadunidenses en Europa durante la Primera Guerra Mundial. (Por cierto, uno de los oficiales que acompañó a Pershing a México fue George Patton, quien luego se convertiría en uno de los grandes generales de la Segunda Guerra Mundial).

Hay por lo menos tres razones que explican por qué los estadunidenses no lograron capturar a Villa. Primero, porque se escondió en un propicio terreno serrano que conocía bien. En cambio, sus perseguidores tenían la desventaja de desconocerlo. Segundo, el Centauro del Norte contaba con la ayuda de la población local que lo protegía y escondía. Su red clandestina de apoyos fue fundamental para reagrupar a sus tropas. Tercero, los villistas contaban con recursos —armas y dinero— para enfrentar a los ejércitos carrancista y estadunidense.

¿Acaso el Chapo Guzmán algo aprendió de esta historia de Villa
?