sábado, 19 de mayo de 2012

¡Porro tu papá! (politiquería, Ibero) POR MIGUEL H. VILLARREAL ORTIZ


Cuando ingresé a la preparatoria del ITESM en el 2002, me advirtieron mis compañeros más operáticos que “el Tec te transforma en una matrícula, te vuelves un número que pierde por completo su individualidad y se va desvaneciendo paulatinamente hasta quedar embarrado por siempre en la prisión infernal del anonimato”, algo así. Yo por mi parte pensaba que mi matrícula de estudiante sólo me iba a servir para dos cosas: para rentar libros y para devolver los libros. Pero ni fu ni fa.
En realidad mi matrícula sí acabo acaparando prácticamente cualquier faceta de mi vida universitaria institucional, pero jamás suplantó mi identidad. Sólo renté un libro durante toda mi estancia, pero a través de mi matrícula realicé impresiones, actualicé el software de mi computadora, entregué trabajos, me inscribí en clases de tenis, lance una candidatura para la presidencia de mi carrera, ingresé sin costo a un titipuchal de obras de teatro, utilicé estacionamientos cotizados sin pagar un solo peso, fui parte de un viaje de seis semanas por el continente asiático, participé en un simulacro de la Cámara de Diputados y en una simulación de una asamblea de las Naciones Unidas, atendí a uno de los mejores conciertos de trova que hayan existido, sostuve varias apariciones en un programa de radio, renté equipo para producir un corto cinematográfico y, por supuesto, me titulé.
Fueron ocho mentados números los que terminaron aglomerando a decenas de elementos distintos en torno a este servidor, y sin duda que para cuando recibí mi titulazo ya me quedaba más que claro la pertinencia del sistema enumerativo. El verdadero alcance y poder de la matrícula, sin embargo, me terminó de quedar claro la semana pasada cuando afortunadamente explotó la cocina en la Ibero.
Jamás me habría saltado a la frente el hecho de que un set de dígitos teóricamente deshumanizadores podrían terminar humanizando y legitimando a sus portadores, reivindicándolos y validando sus acciones como verdaderas protestas sociales. El carácter burocrático y oficial de las matrículas que tanto criticaban mis amigos chillones en preparatoria fue lo que les otorgó a los alumnos de la Ibero pertenencia institucional y –por lo tanto– los absolvió de una imputación tremendamente imprudente y grotescamente insensible ¡Pum! Numerito llegó, habló y le dio un trompazo en la cara a los voceros cínicos y rascuachos del PRI.
El problema es que tuvo que llegar a ese punto, tuvieron que verse arrinconados para por fin admitirse a sí mismos que su candidato no es el último garrafón en el infierno. Tendríamos que hacer lo siguiente para enmendarlo:
De ahora en adelante todo ente al que pertenezcas deberá asignarte un número de matrícula. Los electricistas, los maestros de todas las secciones públicas también, los universitarios, los miembros de los sindicatos, los académicos, los intelectuales y los habitantes de un determinado municipio o estado. Cualquier manifestante deberá, regresando a su casa, subir un video en internet en donde el individuo muestre su rostro de frente, sosteniendo su credencial con matrícula de tal manera que ésta quedara en paralelo a la línea horizontal que se dibuja entre sus labios; y recitando con absoluta precisión sus datos personales.
Es cansada la condescendencia de estos tipejos, su percepción de que cualquier universitario inquieto tiene que estar maleado o majeado. ¿No será que nos atribuyen cualidades que ellos mismos saben que tienen por dentro? Aburrr, por lo pronto les dejo a ellos un regalito: A00917856.