domingo, 26 de febrero de 2012

ULTIMA MARCHA, ÚLTIMA BATALLA PERDIDA. José Francisco García González


Después de la corta caminata de la calle Hidalgo a las oficinas del PRD en Alemán 80 que están a plena remodelación y ampliación, sin saber a ciencia cierta de donde provienen los recursos para esos trabajos, pero que dan visos de que ahora si el PRD ocupa el lugar que en otros tiempos era del PRI.
El sol en todo su esplendor caía directamente sobre los rostros descubiertos de los que caminaban en la última marcha fúnebre del incansable luchador social Cuauhtémoc Sandoval Ramírez; el doctor padre, doliente, guía de muchos, pero principalmente de sus hijos, caminaba ligero sin tropiezos apoyado solo por su familia. -Cuánto dolor llevará oculto el doctor- pensé en mis adentros; porque en ninguna parte del rostro se le veía. Estoico como cuando alguien va al evento de su vida, pero no, el caminaba detrás de los restos de su querido hijo, como lo había hecho años atrás con Pablo, también a causa de un infarto fulminante.
-Cuanto pesar, que hombre más admirable, cuanta fortaleza encierra ese menudo cuerpo de un ser incansable en la travesía por infinidad de circunstancias políticas y de la vida misma. Todavía recuerdo las largas noches de debates y propuestas en el Auditorio Juan R. Escudero, donde el doctor Pablo opinaba gesticulando y tratando de convencer a los consejeros universitarios presentes para caminar en torno al fortalecimiento del Proyecto “Universidad Pueblo”. Ahí conocí al doctor junto a otros grandes oradores que sin esperar beneficios personales defendían con tesón la impartición de educación laica y gratuita hasta el nivel superior, eran los tiempos cuando la Autonomía Universitaria se hacía valer no solo por los catedráticos, sino por los propios estudiantes de todos los niveles.
-Que sentirá el doctor en estos momentos. –volvía a pensar. Ya en la recta de la calle Alemán un conocido tocó mi hombro y me dijo con rabia y consternación –donde están los cabrones del partido. –lo miré y contesté sin vacilación, en los registros. – ¡a cabrón! me revirtió, ¿para eso si están? –Claro que si –le contesté sin inmutarme. Eso hizo y se fue adelante como si una encomienda lo apresurara.
A medio recorrido, dos señoras desplegaron una bandera amarilla con el símbolo del sol Azteca y caminaron cerquita de la carroza fúnebre sostenida por ellas mismas. A escasos metros del espacio histórico de las luchas de izquierda. Los asistentes corearon: -¡Cuauhtémoc, Cuauhtémoc, Cuauhtémoc! Solo entonces logre ver rostros conocidos o bien presentes por la solidaridad con el sentimiento, por curiosidad o definitivamente por estar presentes y ser captados por las cámaras del periodismo local y ser vistos por los encargados de cubrir la nota, pensando que les podría ayudar en las pretensiones electorales que se avecinan. De lejos hice señas a mi anterior interlocutor, haciéndole entender que ahí estaban los del partido. El clímax del momento frustrante para mí, no solo fue observar a varios compas de incongruencias acumuladas colocarse frente al ataúd del hombre inerme de largas batallas, sino cuando la rondalla de la Universidad interpretó dos temas alusivos a las luchas por cambiar las condiciones de vida de los más miserables.
La canción al Partido Comunista: “puedo morir como nací sabedlo, puro sencillo y optimista, de pie sobre la tierra como un árbol, en las filas del Partido Comunista, en las filas del Partido Comunista…” ver mover los labios de los que fueron fieles defensores y seguidores del zeferinismo ahí presentes, sin saberse la letra, ya olvidada por años de falsas percepciones al considerar triunfos de la izquierda que jamás se han dado en Guerrero, observar a los nuevos funcionarios públicos aliados del Aguirrismo y extraviados al no tener influencia para la aplicación de una línea programática de izquierda de un Partido con documento básicos tendientes a esa vía, solo cuidando la sobrevivencia propia y de grupo con el lema del “sálvese quien pueda”; verlos alzar el puño en lo alto del sol quemante, para mi fue lo más triste del acto, amén de las palabras posteriores del doctor Pablo; identificar a los flamante secretarios “totalmente Chuchos”, jaguares o como se les quiera encasillar, tararear La Internacional coreando: “arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan, alcemos todos el grito: ¡viva la internacional!...agrupémonos todos, en la lucha final, y se alzan los pueblos por la internacional; el día que el triunfo alcancemos ni esclavos ni dueños habrá, los odios que al mundo envenenan al punto se extinguirán…”
Me retiré con los discursos de los que formalmente dirigen al Partido del que fue fundador Cuauhtémoc, quería escuchar al doctor, pensando cuanto dolor desgarraría su voz cansada, pero firme, sin embargo no aguanté el peso de tanta incongruencia de aparentar los pechos henchidos de pasión, pero yo no sentí esa emoción, solo tristeza por ver como se han ido las muchas cosas sin remedio y Cuauhtémoc también se fue sin tener tiempo de desarrollar el proyecto en apoyo a la comunidad migrante que se ha ido por malos gobiernos que han saqueado los recursos naturales y el presupuesto de forma descarada y que son generadores de generaciones y generaciones de miserables y sin oportunidad de desarrollo alguno.
Al retirarme volví a mirar al doctor y lo encontré con el rostro tranquilo y reflexioné creo que tenemos doctor para rato. Un fuerte abrazo doctor Pablo Sandoval Cruz.