miércoles, 22 de febrero de 2012

COLUMNA: UN PEJE SIN LANA Francisco Garfias



 Las finanzas de la campaña de Andrés Manuel López Obrador están de “la chingada”.  Y no es referencia a la finca del Peje, sino a la situación de pobreza que agobia al candidato presidencial de Morena o, mejor dicho, del Movimiento Progresista que integran el PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano.
Ricardo Monreal, coordinador de la campaña del tabasqueño, nos confiesa que esa es, por el momento, su principal preocupación. “No nos alcanza. No hay recursos ni para reuniones de capacitación de la parte interna”, se queja el zacatecano.
Lo peor es que las prerrogativas de los partidos no les han llegado. No las esperan sino hasta entrado el mes de marzo. Se sostienen con donaciones. ¿Dinero por debajo de la mesa? “Imposible”, asegura.
Monreal presume que López Obrador es el que más trabaja de los cuatro candidatos presidenciales.
Con la ayuda de los medios, el equipo del izquierdista ha podido establecer el promedio de actos de cada uno.
López Obrador realiza seis por día, según Monreal. Le sigue el priista Enrique Peña Nieto, con 2.3.
La menos movida, de acuerdo a la fuente, es la panista Josefina Vázquez Mota: 1.8 actos por jornada.
A Gabriel Quadri, de Nueva Alianza, ni lo pelan.
 En esta movilidad está el origen del comentadísimo “cansancio” admitido por López Obrador en charla con empresarios y su adelanto de que se iría a La Chingada, “finca de descanso y reflexión”, si pierde a la buena.
“Él (AMLO) decidirá qué hace si no gana. En política siempre existe la posibilidad de retirarse”, puntualiza el senador del PT.
Advierte, sin embargo, que ahí la llevan con la reducción de los negativos. El Peje tenía 40 el año pasado. Ya sólo tiene 20, según Monreal. ¿Será que está pegando su discurso de la República Amorosa? Es pregunta.
Muy temprano leímos el tuit del senador Paco Arroyo, aspirante a la candidatura del PRI al gobierno de Guanajuato.
“Los tiempos legales presionan la elección del candidato del PRI en Guanajuato. La ley es clara. Su desconocimiento, aunado a la indecisión, nos hacen peligrar”, escribió el senador.
Parece un hecho que el bueno es Juan Ignacio Torres Landa. La bronca es que propuso la fórmula 1 más 3. Quiere poner a los candidatos a alcaldes en ciudades importantes del estado y allí se atoró todo.
Una vez más estamos en la galería del horror. Los 44 muertos en el penal de Apodaca, Nuevo León, donde supuestamente llegan los delincuentes a redimirse, nos exhiben como un país de salvajes.
De allí se fugaron 30 reos con la ayuda de los 18 custodios presentes. Ya lo confesaron 16 de ellos. Nos dicen que la masacre ¡era sólo para confundir!
Ayer hubo otros tres muertos en Topo Chico, en el mismo estado. Dos hombres y una mujer asesinados. Acababan de llegar a ese penal. Les provocaron la muerte con objetos punzocortantes. Estaban en el área de observación. Hay dos detenidos.
El sistema de reclusorios hace agua. ¿Quién no recuerda el episodio en Gómez Palacio, Durango, donde los “huéspedes” eran reclusos de día y sicarios de noche?  ¿O la cárcel de Acapulco? Mujeres, fandango, diversión.
Datos que se atribuyen a la Secretaría de Seguridad Pública federal señalan que en los últimos cinco años se han presentado 887 incidentes en los reclusorios del país. Cinco mil 179 internos se han visto involucrados.
Tres mil 269 participaron en motines; 922 en riñas, 316 murieron, 320 se fugaron, y ha habido 52 homicidios, 83 suicidios, 60 agresiones a terceros, 107 huelgas de hambre y 14 autoagresiones.
Diputados y senadores se rasgan las vestiduras. En San Lázaro quieren formar una comisión para investigar lo de Apodaca. En la Cámara alta hay peticiones para que comparezca Genaro García Luna, titular de Seguridad Pública.
El gobierno federal presume la pronta entrega de ocho penales adicionales y le echa la pelotita a los gobiernos de los estados. Éstos se quejan de que tienen que cargar con los reos federales. El cuento de nunca acabar.
Las cárceles de Nuevo León son territorio de narcos. Lo de Apodaca lo presentan las autoridades como un pleito entre distintas organizaciones delictivas. Los 44 muertos eran del cártel del Golfo; los 30 fugados eran zetas, aseguran.
¿A quién se le ocurre poner en la misma cárcel a dos bandas contrarias y violentas? Lo que sucedió era inevitable.