Yo,
ciudadano
Z:
vive
Gustavo
Martínez Castellanos
El retorno a la escena pública del ex
gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo demuestra una vez más que en
política nadie muere definitivamente. Su reaparición en Guerrero –toda
distancia guardada- generó las mismas reacciones que su tocayo Salinas generaba
cuando de pronto aparecía en México a unos meses de su autoexilio en Dublín.
El impacto que ocasionó su retorno fue tal que
muchos medios y analistas recordaron atropelladamente su praxis como Ejecutivo
estatal. Una muestra de ese impacto la dio El
Sur –archirecontraenemigo jurado de Zeferino- que en la segunda línea del
cuatro párrafo de la quinta columna de la página seis de su edición de este
miércoles, lo vuelve a llamar “gobernador”. Aunque también podría tratarse de
una estrategia publicitaria. Es El Sur.
Y no es para menos, la presencia de Zeferino en
Guerrero se debe –aclaró- a que el gobierno de Aguirre lo acusa infundadamente de
malversación de fondos públicos en su sexenio. Y a que El Sur lo acusa de ser candidato del PAN a la alcaldía de Acapulco;
idea que, definió el ex gobernador, le parecía mejor que ser candidato a una
senaduría.
Decida ser lo que decida ser, no puede pasarse
por alto que la presencia de Zeferino en Acapulco aclara muchas cosas. Como el
hecho de que las acusaciones y declaraciones en los medios en su contra sólo son
eso: declaraciones y acusaciones. Éstas últimas, infundadas; porque de lo
contrario, él no hubiera regresado, no hubiera hecho la reunión que hizo, no
hubiera declarado todo lo que declaró. Ni anduviera tan tranquilo.
Cualquier ciudadano medianamente enterado de esas
acusaciones, hubiera esperado que, en cuanto Zeferino asomara las narices en
Guerrero, la Procuraduría
lo aprehendiera. Pero eso no ocurrió. Eso demuestra que Zeferino está
perfectamente enterado del estado que guardan esas acusaciones en su contra y
del ánimo mediático que a través de ellas se pretende. Y de que López Rosas, ahora
Procurador, otra vez no puede tocarlo.
Además, su regreso genera incertidumbre en el
ámbito político local que se encamina a las elecciones del próximo año con
candidatos casi posicionados. Para Acapulco, Walton, Rumbo, Fermín, Flores
Maldonado y los que PRD y PRI decidan añadir o reposicionar. Con Zeferino en
ese ánimo ¿qué partido lo apoyaría? ¿Cómo? ¿A cambio de qué?
Porque es evidente que él se sabe con plenos
derechos para contender. Y todo mundo sabe que cuenta con la lealtad de un
grupo que él ayudó a crecer política y económicamente y que hoy es dueño de
muchas de las más rentables franquicias del país y de Guerrero. Con ellos y loas
activos que acumularon en su sexenio, Zeferino puede regresar para quedarse.
Sobre todo porque ha roto con todas las usanzas
políticas, como autoexiliarse en silencio. U obedecer “las tres cartas”. O
reprimir cualquier aspiración política. Con él y con René Juárez, Aguirre tiene
que reinventar la forma de hacer política en Guerrero para mantener el clima
político apropiado para el desarrollo social y para unas elecciones pacíficas el
año que entra. Hoy lo sabe: debe tener más prudencia.
Los analistas, por su parte, tendrán que
abandonar la visceralidad. Si Zeferino está más vivo que nunca es porque ha sabido
aprovechar el sistema político vigente y porque ha sido muy creativo. Es momento
de que esos analistas también aprendan a leerlo y a traducirlo adecuadamente si
en realidad quieren trabajar en favor de la sociedad suriana.
Nos
leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;