lunes, 5 de diciembre de 2011

MOREIRA Juan López


El Caso Moreira no es sólo la hipoteca de los bienes públicos de Coahuila por más de una generación, también es el prototipo del uso y abuso de las ilimitadas facultades que un gobernador puede ejercer en México. Las triquiñuelas y falsificación de documentos sólo allanaron procedimientos al pícaro. La cantidad prendaria sin límites ni márgenes, con el cielo como techo financiero, es  parte del vértigo que puede provocar una autoridad estatal absoluta.
Desde el sexenio de Vicente Fox los poderes de un gobierno local se relajaron y entraron en descomposición. Sin brújula ni timón los gobernadores se ensañaron con sus excesos: Marín en Puebla, Ulises en Oaxaca, Zeferino en Guerrero, en Veracruz Fidel. El naufragio de la ley y de la razón.
Moreira dedicó sus afanes al Síndrome de Santa Anna: arrendar su Estado en forma vitalicia, como una variante que además le dejaría enormes dividendos a su peculio personal.
No se trata de una causa penal, sino de un abismo profundo e inmoral, en el que están dispuestos a resbalar una gran mayoría de políticos nacionales que, como Moreira, son guiados por el ahínco de enriquecerse a costa del sudor de los mexicanos.