jueves, 8 de diciembre de 2011

LA ERRATA LITERARIA: José Manuel Gómez


HACER LEÑA DEL ARBOL CAIDO
J.M. GOMEZ

El gran impacto que ha tenido en los medios la errata literaria del aspirante presidencial Enrique Peña Nieto me lleva cuestionarme si de verdad, tenemos una idea de lo que significa que el puntero en las encuestas no tenga un conocimiento amplio en literatura ¿de verdad desvirtúa tanto al ex gobernador mexiquense como posible presidente, o solo nos estamos uniendo a la burla general porque los medios y las convenciones sociales así lo exigen? como mozalbetes imberbes de primaria, listos a lanzar las más duras criticas al desventurado compañero que ha cometido un tropiezo en clase;  parodiamos, nos mofamos e implicamos los mas variados significados al episodio acontecido en la Feria del Libro de Guadalajara, sin detenernos a meditar lo trivial que bajo una mirada aguda esto pueda parecer, como dice el dicho nos dedicamos a “hacer leña del árbol caído” . Y es que con un promedio por habitante de 2.9 libros leídos por año, según la encuesta nacional de lectura, ¿por que debe ser tan sorprendente, que la clase política, reflejo de sus electores no estén documentados en la literatura?. Hay juicios que hacer, por supuesto, hacia la escasa actividad lectora en nuestro país, pero no se relacionan con este asunto que aterriza sobre los terrenos electorales, los cuales, durante los meses siguientes, se volverán más fértiles de cara a la madre de todas las batallas electorales: La Batalla de los Pinos.
La onda expansiva causada por la respuesta del personaje priista, responde al carácter de actividad erudita que se le ha otorgado a la lectura en los círculos pseudointelectuales de la televisión, como si solo seres humanos forjados de una materia excepcional pudieran realizar la “titánica” labor de navegar por un libro de principio a fin. Pareciera que han implantado la idea de que el libro es un objeto al que hay que temer, como si de reliquias sagradas se tratara, reservando dicha actividad para personas sobresalientes, profetas o algo por el estilo, dejando para los demás, para el grueso de la población, los “ordinarios” el caudal interminable de imágenes televisivas irradiando nuestras mentes.
¿Qué tan útil seria para los mexicanos un presidente docto en el ámbito literario? La dura verdad de las evidencias históricas dicen que no mucho, las constantes alusiones que personajes como José López Portillo o Luis Echeverría hacían hacia lo que leían dejaban de manifiesto que eran lectores voraces, sin embargo ambos terminaron arrastrando la imagen presidencial ante la opinión pública, el primero cuando en una acción de evidente teatralidad política lloro al no haber podido “defender al peso como un perro” y el segundo por su arresto domiciliario en 2006 debido a su supuesta participación en las masacres estudiantiles de 1968 y 1971. Mientras en el otro lado de la balanza un hombre como Luis Inácio Lula da Silva, cuya preparación escolar fue escaza se convirtió en la punta de lanza del despegue económico de Brasil.
Más sustancioso y más conveniente, menos mediático, sería que los electores, reflexionaran acerca de las propuestas que cada uno de los contendientes ofrecen y exigir una metodología acerca de cómo lograrlas, ya que en ellas está contenido el germen del país que seremos en los años venideros, la urgencia que tenemos de reformas, económicas, laborales, judiciales y educativas, no nos permiten que gastemos energía en juzgar a los candidatos por actividades que nada influyen en las decisiones tomadas o en el temple necesario al momento de afrontar una crisis, las cuales no han escaseado en épocas recientes. Bajo el criterio de aquellos que han hecho de esta fogata un incendio forestal, Sócrates era un analfabeto, pues el filosofo griego no escribía ni siquiera sabía leer, pero eso no evito que dejara su huella indeleble en el pensamiento occidental. Pero claro yo solo sé que no sé nada…