domingo, 18 de diciembre de 2011

DEMOCRACIA, REPRESION Y JUSTICIA. DA PENA Rodrigo Huerta Pegueros


Democracia, Represión y Justicia
DA PENA
Por Rodrigo Huerta Pegueros*

Nuestra democracia muchas veces cuestionada y otras vilipendiada y solo en ocasiones elevada a ejemplo se hace trizas y desaparece en un santiamén al ocurrir sucesos que habíamos dado como descontados o que ya nunca más iban a ocurrir.
¡Cuán equivocados estábamos!
Un acto de irreflexión o de perversidad echó abajo todo el andamiaje construido para conformar otro marco de legalidad que diera cauce a nuevos entendimientos entre la sociedad y el Estado, entre las comunidades y sus diferentes niveles de gobierno. Se trataba de hacer que la convivencia social entre los guerrerenses y los mexicanos todos fuera diferente y por lo tanto civilizada.
Estábamos—y lo seguimos estando—hartos de la impunidad, de la corrupción, de la insensibilidad, del egoísmo, de la falta de solidaridad, de la ausencia de fraternidad, de la violencia e inseguridad en todas sus manifestaciones. Años de lucha contra el autoritarismo, la intolerancia, la represión, la censura, los secuestros, los asesinatos extrajudiciales, las violaciones a los derechos humanos y la ausencia de respeto a las garantías individuales dieron como resultado una serie de cambios en la vida nacional con sus diferentes graduaciones a lo largo y ancho de la República Mexicana. No todos los estados han evolucionado igual y muchos han quedado anclados en el pasado.
La pobreza, la marginación, la falta de oportunidades para jóvenes, la abismal desigualdad social son figuras relevantes para las entidades del país que conforman la llamada ‘’cuenca de la miseria’’ y en donde el estado de Guerrero aparece entre los primeros lugares disputándose el pódium con los estados de Oaxaca, Hidalgo, Chiapas y Puebla. Aún y con todo en contra, los mexicanos logramos construir nuevas instituciones que hicieran posible que el ejercicio de la democracia fuera validado y con ello la decisión del individuo fuese respetado.
La democracia electoral ha hecho ya su parte y se debe blindar para que no vayamos a caer en retrocesos, que como se ve, se aspira a ello en los sectores que se han visto afectados. Pero desgraciadamente la democracia no se puede agotar en lo meramente electoral, pues si bien es cierto que la disputa por el poder político es algo demasiado serio para agotarlo en la decisión de llevarlos al poder es menester de todos construir otros andamiajes que frenen o contengan las ambiciones de los elegidos y quienes sin ningún rubor se dedican a actuar como si en este país no hubiese pasado nada y piensan que son dueños de vidas y haciendas.
En ocasiones nos atrevemos a pensar que quizá en Guerrero todo ha pasado pero nada ha cambiado. Los usos y costumbres del poder político siguen intactos.
No hay respeto a la ley, no existen los instrumentos idóneos para que se haga una efectiva rendición de cuentas que existan los instrumentos para que el ciudadano pueda ejercer su derecho a la transparencia y que los funcionarios y gobernantes de cualquier nivel de gobierno tenga que responder a sus actos y sean motivo de sanciones ejemplares para que no se vuelvan a repetir los excesos y abusos de poder.
Y es que cuando volteamos a ver a otras latitudes de nuestro entorno nacional o allende las fronteras, nos damos cuenta de que las sociedades que tienen una mayor participación en la vida política y social de su país son comunidades que progresan y que conviven sin mayores sobresaltos. Y no precisamente son sociedades distintas a la nuestra, ni al nivel proporcional de nuestros ingresos per cápita y que no están fuera de nuestro territorio latinoamericano. Veamos las leyes existentes en otras latitudes de nuestra América latina y nos daremos cuenta de cuál atrasado estamos en nuestras legislaciones que defienden los derechos humanos, las garantías fundamentales y son, sobre todo, modelos de apertura e innovación que promueven y proyectan a sus comunidades a otros estadios de progreso y bienestar.
En Guerrero, desgraciadamente no hemos logrado evolucionar como debiera ser y esto es así por la simple y sencilla razón de que nuestros políticos, nuestros líderes sociales han errado el camino y han puesto la vista en su propio beneficio y no para generar mejores niveles de vida en nuestra sociedad. Todo lo contrario han hecho, han caído en el despropósito de convertirse en amos y dueños del territorio, aunque para lograr estos fines tengan que hacer pactos ‘hasta con el diablo’.
Malos augurios tenemos en estos últimos días del año que está por fenecer.
Las muertes de los dos estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, es una muestra fehaciente de lo que todavía no hemos podido extirpar. El abuso del poder, la corrupción y la impunidad no pueden ser los condimentos para que esta entidad vuelva a vivir los años álgidos, sangrientos y de confrontación que vivimos en los años sesentas y ochentas.
La memoria histórica no dejará que se repitan estos hechos deleznables. No lo debemos permitir y no debemos bajar la guardia para exigir que quienes dieran la orden de reprimir a los normalistas no solo queden fuera del gobierno sino que sean castigados y sancionados con cárcel, pues no se podrá aceptar que la muerte de los dos jóvenes quede sepultada por la impunidad reinante. La autoridad debe dar luz de que quiere actuar apegado a la ley y que desea hacer justicia aún y contra quienes fueron en su momento parte sustantiva del gobierno estatal.
Da pena lo que ocurre en Guerrero, pero dará mas pena saber que la sociedad no hizo lo debido para exigir mejor y más democracia, fin a la represión y justicia a secas.

Periodista y Analista Político*