EN
DEFENSA DE LA IGNORANCIA DE PEÑA NIETO.
Luis
Villegas Montes*
La literatura hermana. Hará cosa de unos
pocos días, recibí un correo de una de mis veintitantas lectoras; decía más o
menos así: “Fui al buzón del STJ a presentar una promoción de término, y cuando
llegué estaba en las mismas carreras un abogado a quien no conozco; dije: “Buenas noches”; y él respondió: “Los amorosos callan, el amor es el silencio
más fino, el más tembloroso, el más insoportable” y yo pensé: “Órale”; y
como no me gusta quedarme atrás respondí: “Los
amorosos no pueden dormir, porque si se duermen se los comen los gusanos…”;
mira que aunque una no quiera se anda reconociendo por estos caminos.
Lo
anterior viene a cuento, a raíz del affaire
Peña Nieto en la Feria del Libro de Guadalajara.[1]
Si no lo conoce o no recuerda los pormenores, querida lectora, apreciable
lector, la cosa estuvo más o menos así: En la presentación de su libro, le
preguntaron lo siguiente: “¿Qué tres
libros han marcado su vida personal y política?”; a lo que entre otras
cosas, el aspirante a la Presidencia de la República respondió que: “La biblia es uno”, mismo que no leyó por
entero pero sí algunos pasajes, sobre todo en la adolescencia; recordó la “Silla del Águila”, “de Krauze” (SIC)
-obra que en realidad fue escrita por Carlos Fuentes-; y uno “del mismo autor”
-Krauze, no Fuentes- del que no pudo recordar su nombre siquiera, pero que
resumió diciendo que se trata de un libro que habla del México de los caudillos
transitando hacia “el México
institucional”.
A ver:
¿De qué nos azoramos? Sinceramente, no creo que Peña Nieto sea más ignorante
que la media de los mexicanos; dudo mucho que la mayoría de compatriotas y
compatriotos que deambulamos por este país pueda citar de memoria y de
corridito, el título de tres obras literarias que además y para acabarla de
amolar “lo hayan marcado”. Si apenas lee, el mexicano promedio difícilmente
habrá sido marcado por un libro; si acaso y si bien nos va, por una telenovela
memorable como “Los Ricos También Lloran” (yo me acuerdo que al baile de
graduación de secundaria llegué tardé -y eso que era el encargado de los
boletos- porque no más no podía dejar de ver el final memorable del que por
cierto no me acuerdo si terminó en beso o qué). En este sentido, Peña Nieto es
tan mexicano como el mole o el Jarabe Tapatío.
No, yo
creo que los tiros deben ir por otro rumbo.
En primer
lugar, la mentirota. Bueno, las dos mentirotas. Es natural que uno pueda fallar
en el título de un libro o en el nombre de un autor; ahorita mismo le puedo
narrar a usted la trama de una novela de ciencia ficción que me encantó -que
leí hace años-, pero que si me pregunta así a bocajarro cuáles son el uno o el
otro, lo cierto es que no los recuerdo. Pero no me pregunte usted respecto de
los libros que “me han marcado”, porque ahí sí me arranco y ya no me detengo,
parezco apache, oiga, de lo tiznado que estoy. A la famosa isla nomás no me
podría llevar diez, o ya entrados, ni siquiera veinte tomos. A la isla del
problema legendario -(¿si tuviera que irse a vivir a una isla desierta cuáles
libros se llevaría?)- me llevaba una minibiblioteca de, por lo bajito, 40
obras, en claro perjuicio de algunas latas de atún y jamón endiablado -ya me
preocuparía luego del asunto de la comida-. ¿Cómo, pues, olvidar una
pinchurrienta lista de tres libros? Simple: No existe ni ha existido jamás la
susodicha lista. Empero, la segunda mentira es todavía más grave, en esas
condiciones Peña Nieto no pudo escribir ningún libro; así que el libro “de su
autoría” que fue a presentar a la FIL vaya a usted a saber quién lo escribió;
esa impostura lastima por grotesca, por innecesaria en un hombre que puntea en
las encuestas con esos márgenes.
Debe
llamarnos la atención, en segundo lugar, la improvisación de Peña, su falta de
oficio, de preparación, el yerro de sus asesores. Es que iba a una feria de
libro, ¿me explico? No a una feria de camotes ni de automóviles, vamos, ni
siquiera a un concurso de belleza. ¿De qué le iban a preguntar, entonces, del
color de sus calzones o por la marca del gel que usa?
En tercer
lugar, duele el comentario de la hija mayor de Peña, Paulina, quien en su
cuenta de Twitter escribió, entre
otras cosas: “Un saludo a toda la bola de
pendejos, que forman parte de la prole y solo critican a quien envidian”; duele,
porque esta niña -no hay otro modo de llamarla vista su edad- muestra un
desprecio nada envidiable por nosotros -no los pendejos que criticamos a su
apá, deje usted eso-, sino por aquellos que formamos parte de “la prole”; me
imagino, que dentro de ese calificativo no están los hijos de los Salinas, de
los Chuayffet, de los Montiel, sino los otros, los que no tuvimos la fortuna -o
la desgracia- de nacer en pañales de seda al amparo de la voracidad de nuestros
ancestros; duele porque, la “prole” no se refiere a la progenie ni a la familia
de nadie, sino que dicho así, parece aludir a la chusma, a la gentuza, al
vulgo, al populacho, a la inmensa mayoría de nosotros, el pueblo de México;
duele porque es posible que en su ignorancia -digo, tampoco tiene un modelo a
quién emular ni a quién copiar- la chamaca no haya querido decir “prole” sino
“plebe”, pero como ya vimos, la cultura no es lo suyo, y la plebe forma una
otredad frente a los potentados, los poderosos, los opulentos, los
omnipotentes, de los que, sin duda, la hija de Peña Nieto a sus tiernos 16
abriles forma parte sin ningún mérito para ello excepto el de ser la “hija de
papi”; duele, por último, porque en una persona de su edad, es imposible que se
haya formado una personalidad capaz de tales juicios; a sus años se comenta lo
que se oye en casa; su actitud, su vocabulario, su desdén, reflejan el entorno
del que forma parte y pues, como luego se dice: “Por las vísperas se sacan las témporas”.
Finalmente,
lo triste, lo lamentable, lo terrible de todo este asunto, no es la ignorancia
de Peña Nieto (compartida por millones de nosotros) ni el desliz de su
primogénita; lo escalofriante es que pudimos constatar que Peña Nieto es un
mexicano más, otro; y lo que esta hora demanda son políticos, hombres y
mujeres, extraordinarios; capaces de enfrentar las circunstancias
extraordinarias que nos asedian, que nos agravian, que nos ofenden… y viene
este señor a intentar burlarse de nosotros. Eso es lo que espeluzna, lo demás
es lo de menos.
[1] Visible en el sitio:
http://www.youtube.com/watch?v=C3NKGfoTACg
Consultado el 5 de diciembre
luvimo6608@gmail.com, luvimo6609@gmail.com,